Yo estoy acostumbrado a ver morir a la gente con una sonrisa en los labios. Y alguna vez he preguntado:
-Pero, hijo mío, ¿te quieres morir?
-Padre, lo que Dios quiera. Si me quiere curar que me cure. Si me lleva, ¡encantado!
Y tú dirás lo mismo a los que te rodeen. No te preocupes. La muerte no te debe dar pena porque la muerte te lleva a los brazos de Dios. Al amor te lleva.
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